volúmenes bajo la luz

Volúmenes bajo la luz. Desde la construcción de las primeras cabañas hasta los rascacielos contemporáneos, el ser humano se ha visto fascinado por el efecto de la luz sobre la arquitectura. Se trata de uno de los elementos más influyentes en la configuración de nuestro entorno tal y como lo conocemos en la actualidad.

Manipular la luz, entenderla, conquistarla o evitarla constituye el principal reto de un proyecto arquitectónico. Su finalidad va más allá que la de iluminar un espacio. La arquitectura, desde tiempos remotos, ha empleado la luz con una finalidad poética, no solo práctica. Con el objetivo de generar sensaciones, efectos dramáticos y teatrales o crear experiencias sensoriales en el espectador. Como ya mencionaba Le Corbusier: “la arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz”.

Abrir huecos en un espacio oscuro y después disponer materiales y superficies bajo el efecto de la luz. Observar su brillo, textura y reflejo. En eso consiste principalmente el proceso de un proyecto.

Es más, el uso con destreza de la luz en la arquitectura puede modificar completamente la percepción, función y significado de un espacio, o hasta de un edificio completo. Así como afectar negativa o positivamente al estado anímico y bienestar de los usuarios.

Su utilización también depende del entorno geográfico en el que nos encontremos. La cultura oriental tamiza la luz con tejidos y disfruta de los pequeños destellos indirectos en la oscuridad. Mientras que, en la cultura mediterránea el blanco proyecta la luz y aísla del calor, al mismo tiempo que la introduce ampliamente en sus interiores. Protegiéndose a través de altos muros o voladizos, que configuran patios o porches. La luz en la cultura mediterránea es para nosotros el elemento principal con el que se moldea la arquitectura.

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